Según la Real Academia Española, fracaso se define como el «Malogro, resultado adverso de una empresa o negocio.», «Suceso lastimoso, inopinado y funesto.».[1] A pesar de ello, puede ocurrir que los fracasos no sean inesperados o imprevistos, sino que sucedan precisamente como se temía, a pesar de haberse emprendido con alguna esperanza (por muy pequeña que fuera) de que no sucedieran. También existe la "caída o ruina de algo con estrépito y rompimiento".[1] A su vez, la definición de "caída" es "derrota, hundimiento, fracaso".[2] "Estrépito" se define como "ruido considerable" u "ostentación, aparatosa en la realización de algo".[3] En medicina y fisiología se denomina "fracaso" a la disfunción brusca de un órgano (fracaso renal —fracaso renal agudo—, fracaso hepático, fracaso respiratorio) o varios (fracaso multiorgánico), que si no se revierte conduce a la muerte.
El concepto denigrante de fracasado tiene implicaciones éticas y sociales, pero hay distintas consideraciones del fracaso, incluyendo la que lo ve como una oportunidad que no impide los futuros éxitos, sino que proporciona experiencia al que fracasa y se recupera (resiliencia). Incluso en el caso del fracaso absoluto, la figura de fracasado puede presentarse de forma atractiva o heroica; y no es raro que, a la hora de contar la historia, se reserven tantos honores al "fracasado" como al "victorioso" (Scott y Amundsen, respectivamente, en sus expediciones al Polo Sur) o incluso que se le acabe convirtiendo en un mártir.
En las competiciones (por ejemplo, en la mayor parte de las actividades deportivas), el fracaso es la derrota, aunque como en cualquier otra actividad depende de las expectativas (un competidor de inferior categoría puede considerar un éxito el simple hecho de llegar a competir con un rival de superior categoría, aunque salga derrotado de ese enfrentamiento), y de otros factores. Se puede considerar que el resultado ha sido consecuencia de una injusticia o de la mala suerte, y que en realidad el derrotado mereció la victoria, o que ha obtenido una «victoria moral», o una «derrota dulce» —que sabe como una victoria—, o que el vencedor no ha obtenido más que una victoria pírrica —que le es más útil al derrotado que al vencedor—. Incluso existe el perdedor afortunado que obtiene un éxito a pesar de su propio fracaso, por una combinación de resultados ajenos.
La atribución de la responsabilidad por el fracaso puede ser individual o social: particularmente en el derecho y la educación, los planteamientos progresistas lo atribuyen no al reo de un delito o al alumno suspendido, sino al "sistema".