En la religión galo-romana, Secuana o Sequana era la diosa y personificación del río Sena, en particular de los manantiales en el nacimiento del Sena, y de la tribu gala de los Sequani. Los manantiales, llamados las Fontes Sequanae ("Los manantiales de Sequana") se encuentran en un valle en la meseta de Langres, al noroeste de Dijon, en Borgoña.
Allí fue donde en los siglos II a. C. o I a. C. se establecería un santuario y centro de curación. Este santuario fue asimilado más tarde por los romanos, construyendo dos templos, un recinto de columnas y otras estructuras relacionadas con los manantiales y unas especies de piscinas donde los fieles podían sumergirse. En el templo de Sequana se dejaban ofrendas votivas, incluyendo un gran vaso inscrito con su nombre y lleno de joyas de plata y oro, monedas y sobre todo, las diferentes partes del cuerpo humano, en madera, piedra, bronce o plata que representarían las zonas del cuerpo que la diosa debía sanar: piernas y brazos, órganos internos, cabezas y cuerpos completos. Dentro de esta esperanza de curación a través de la fe y la autosugestión, se incluían también las enfermedades respiratorias y las enfermedades de los ojos, como la miopía. Los peregrinos son representados a menudo en estatuas y relieves llevando ofrendas a la diosa, incluyendo dinero, fruta o su mascota preferida, ya sea un perro o un pájaro.