Se denominó afrancesados o josefinos a los españoles que habían colaborado con el rey José I Bonaparte durante la Guerra de la Independencia española. Los «patriotas» y defensores de los derechos de Fernando VII, «cautivo» en Francia, le daban un sentido peyorativo, negaban la legitimidad establecida en el estatuto de Bayona como «rey de España e Indias» y le llamaban el «rey intruso».[1] La inmensa mayoría de los «afrancesados» salieron de España en 1813 tras el fin de la Monarquía josefina, formando el primer exilio de la historia contemporánea de España, pero retornaron durante la década ominosa formando parte del absolutismo restaurado.[2]
Como ha subrayado Manuel Moreno Alonso, en su obra "Traidores ante el Pueblo",[3] en definitiva se trataría de hacer una historia equivalente a la de “buenos” y “malos”, ya que afirma que «con la excepción de los moros y los judíos de otras épocas, nadie en verdad fue injuriado con tanta saña como ellos los afrancesados. No se quiso admitir su idea de que, aceptando al nuevo rey, se evitaba tanto la anarquía como la guerra, a la vez que podía mejorarse el buen gobierno de la nación». El «patriota» Antonio de Capmany los calificó de «fastidiosa turba de sabihondos, ideólogos, filósofos, humanistas y politécnicos».[4]
Según Manuel Moreno Alonso, el uso del término «afrancesado» para referirse peyorativamente a los partidarios del rey José I es relativamente tardío pues no empezó a difundirse hasta 1811. Antes de esa fecha se habían utilizado expresiones como «traidores», «infieles» o «juramentados» (este último término, una resonancia del francés assermenté, calificativo utilizado para designar a los sacerdotes que habían jurado la Constitución civil del clero).[5]