El islamismo (en árabe: الإسلامية, romanizado: al-ʾislāmiyyah; o también en árabe: إسلام سياسي, romanizado: ʾIslām siyāsī, lit. 'islam político') es un conjunto heterogéneo de movimientos políticos cuya ideología y programa político consiste esencialmente en la adaptación de la vida política a las reglas (mandatos) religiosos del islam.[5] El Diccionario de la lengua española define «islamismo» en su segunda acepción como la «Ideología que subyace al fundamentalismo islámico.»
No debería confundirse lo «islámico» o lo «musulmán» (términos que designan a todo lo relativo al islam) con lo «islamista» (lo relativo al islamismo); ni cualquiera de estos términos con el tradicionalismo o el conservadurismo dentro de lo islámico. Un «musulmán tradicionalista»[6] o «musulmán conservador»[7] es el que rechaza las interpretaciones liberales o progresistas del islam[8] o la modernidad[9] —es posible ser musulmán «tradicional» o «conservador» sin ser islamista, y viceversa,[10][11] puesto que el uso en ese contexto de los términos «tradicional» y «conservador» se refiere en principio a las costumbres y cultura islámica tradicionales, además de que el islamismo se presenta a sí mismo como un factor de regeneración, y no de atraso—).
Se ha señalado la estigmatización que supone identificar como un todo el islam político con el terrorismo islámico o yihadismo (así como identificar sin más el concepto religioso de la yihad con la violencia política o religiosa —islam y violencia—,[12] a lo árabe con lo islámico y a su civilización como particularmente religiosa o más fanatizadora que otras).[13] En un sentido opuesto, se ha señalado que ignorar la profundidad de lo religioso en el mundo islámico es una manifestación de corrección política.[14]
El islamismo tiene una seña de identidad clara que es la adopción de la sharía, del conjunto de normas basadas en el Corán y en las sentencias del profeta, con el objeto de mantener o forjar un orden social regido en su totalidad por el principio de "ordenar el bien y prohibir el mal" cuyo contenido marcan los textos sagrados. Fue el programa tradicional de los Hermanos Musulmanes de Egipto, (...) y lo es hoy de los principales movimientos islamistas en el mundo. (...) Partido islámico o simplemente musulmán sería una calificación más ajustada (...) [para los que proponen una] Constitución democrática y (...) el pluralismo político.
El islam es religión y es Estado.
El verdadero musulmán afirma que Alá le protege; el islamista considera que es él quien debe proteger a Alá.Sanaa el Aji[17]
El espectro político de los movimientos y partidos políticos calificados de "islamistas" es muy amplio; aunque es difícilmente comparable con ningún movimiento religioso o político occidental, cuyas denominaciones se le aplican (democracia islámica, socialismo árabe,[18] islamofascismo -este último, de forma muy peyorativa-), abarca desde los que mantienen principios demócratas y moderados, hasta postulados extremistas y radicales.[19] Dentro del islam político, además de las diferencias ideológicas entre la moderación (islamismo moderado)[20] y la radicalidad (islamismo radical: integrismo islámico,[21] fundamentalismo islámico, panislamismo, yihadismo), pueden distinguirse las diferencias entre los movimientos políticos islamistas desarrollados dentro de cada una de las escuelas y ramas del islam (simplificadamente, las dos principales: el sunnismo y el chiismo): En la rama suní, el salafismo o wahabismo dio lugar a numerosos grupos, como los Hermanos Musulmanes, Tabligh o el movimiento talibán. Algunas organizaciones violentas afines a esta rama son el Estado Islámico (Daesh), Al Qaeda, Boko Haram, Hamás, Yihad Islámica, Jemaa Islamiya o el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate. En la rama chií, destacan los grupos "jomeinistas", liderados por la República Islámica de Irán, como Hezbolá.
P- ¿Cómo definiría el yihadismo? R- Es una ideología política totalitaria cuya intención es el dominio global para aplicar la visión ultraortodoxa y politizada del Islam, tal y como ellos lo entienden, que no es el tradicional ni el ortodoxo. En cuanto al ortodoxo, puede ser un Islam poco evolucionado, se supone que es el que más se acerca a la norma islámica, a la norma coránica, pero no hay uno, no es el mismo en Arabia Saudita que en el Pakistán, aunque en el último siglo se hayan aproximado. Todos los ortodoxos no están exactamente de acuerdo con lo mismo, estamos hablando de una religión de mil millones de personas con más de mil años de tradición. El yihadismo politiza eso y le da un sentido del siglo XX, de gobierno totalitario, sin admitir ningún tipo de disensión interna ni de convivencia con ninguna otra fe. Lo rechaza todo. La gran innovación que hace, lo que le diferencia del islamismo político, incluso del más radical, es la doctrina del Takfir, establecida por el egipcio Said Qutb a principios de los 60, cuando estaba en las prisiones de Nasser. Según esta doctrina, todo aquel que no siga una vida musulmana estricta no es musulmán.P- ¿Y qué entendemos por estricta? R- La adhesión total a la norma: rezar cinco veces al día, no beber alcohol, tener una conducta personal muy ética dentro del Islam… En el Islam tradicional, incluso en el político, un musulmán que no rece cinco veces al día puede ser un mal musulmán pero no deja de serlo. Según el Takfir, como es un mal musulmán, es un no musulmán, es excomulgado y cuando excomulgas a alguien, puedes matarle.
P- ¿Tienen una gran fobia europeísta? R- Sí, en gran medida el yihadismo es un movimiento antimodernista y totalitario en la línea de lo que fueron en su día los totalitarismos europeos. Por ejemplo, el fascismo italiano por un lado daba apoyo a las innovaciones técnicas pero por el otro reivindicaba un pasado épico inventado, era expansivo, imperialista.
P- ¿Se parece al nazismo y al franquismo? R- Sí. Conocemos tres totalitarismos: el fascismo, el nazismo y el comunismo, con su versión soviética de la época, sobre todo en la era estalinista, pero son movimientos occidentales, de raíz judeocristiana. Y en el mundo musulmán ha surgido uno propio, casi un siglo más tarde porque su realidad histórica, social y política es otra, pero va en la misma línea: un control absoluto de la sociedad, hasta el punto que se carga todo aquel que se aparte de la norma y piense diferente. Y la expansión siempre es violenta. Es una expansión global imperialista, llegar y mantener el poder por medios violentos.
P- ¿Es más violento que los totalitarismos europeos? R- No, lo que pasa es que nos sorprende más. Quizás porque no han llegado a gobernar en un Estado moderno y no han alcanzado los niveles del nazismo o el estalinismo, pero el tipo de propaganda y de atentados contra civiles sí que son nuevos. Los totalitarismos occidentales pretendían convencer, el yihadismo sí quiere convencer a los musulmanes pero no a cristianos o judíos para que se conviertan, su lema es: ‘o te conviertes o te mato’, no hay más.
Mi vecino yihadista, en Estudios de Política Exterior, 30 de octubre de 2014. Amin Maalouf: “The Dissolution of World Orders”
Maalouf recapitulates at length the history that led to the fact that the region is culturally, socially and politically held in low esteem. With the decline of the Arab-Islamic Empire began the rise of the Ottoman Empire; then the European colonial powers arrived in the region; then the state of Israel was founded and, in the years that followed, all of the wars waged against the Jewish state were lost, culminating in the defeat against Israel in the Six-Day War in 1967. These humiliations, sums up Maalouf, were also the downfall of secular guiding principles: nationalism, pan-Arabism, communism and socialism all ended up taking a back seat to a rapidly spreading ideology, Islamism. But do the Arabs belong to a particularly religious civilisation? No, says Maalouf, the motivation is an entirely different one, namely to hold on to the final symbol of what is their own, what cannot be shaken. It is not a religious feeling, but the search for a genuine identity and self-awareness that binds people to Islam. (Traducción: Maalouf recapitula en detalle la historia que condujo al hecho de que la región es cultural, social y políticamente tenida en baja estima. Con el declive del Imperio árabe-islámico comenzó el auge del Imperio Otomano; luego las potencias coloniales europeas llegaron a la región; luego se fundó el Estado de Israel y, en los años que siguieron, todas las guerras libradas contra el Estado judío se perdieron, culminando en la derrota contra Israel en la Guerra de los Seis Días en 1967. Estas humillaciones, resume Maalouf, fueron también el derrumbamiento de principios rectores seculares: el nacionalismo, el panarabismo, el comunismo y el socialismo, todo terminó relegado en favor de una ideología de rápida propagación, el islamismo. Pero, ¿los árabes pertenecen a una civilización particularmente religiosa? No, dice Maalouf, la motivación es otra completamente diferente, concretamente aferrarse a el símbolo final de lo que es propio, lo que no puede ser sacudido [?]. No es un sentimiento religioso, sino la búsqueda de una identidad genuina y autoconsciente que vincula a la gente [al pueblo] al islam).)
Hasta hace no mucho, los occidentales que acusaban a los musulmanes de seguir ciegamente preceptos antiguos se granjeaban las críticas de algunos intelectuales –en particular, del difunto Edward Said– que señalaban que llamar “antiguos” a los musulmanes era, simplemente, otra forma de denigrarlos. En lugar de eso, nos decían estos académicos, debíamos fijarnos en el contexto en el que surgían esas ideas: países mal gobernados, costumbres sociales cambiantes, la humillación de vivir en unas tierras que solo se valoraban por el petróleo…Sin estos factores es imposible tener una visión completa del ascenso del Estado Islámico. Pero centrarse solo en ellos y excluir la ideología es un reflejo de otro tipo de sesgo propio de Occidente: considerar que si la religión no tiene importancia en Washington o Berlín, debe de ser igualmente irrelevante en Raqqa o Mosul. Pues bien, cuando un hombre enmascarado grita “Allahu Akbar” [Alá es el más grande] mientras decapita con un cuchillo a un apóstata, a veces lo hace por motivos religiosos.
Muchas organizaciones musulmanas afirman que las prácticas del Estado Islámico son antiislámicas. Es tranquilizador saber que la mayoría de los musulmanes no tiene el más mínimo interés en sustituir las películas de Hollywood por vídeos de ejecuciones públicas para pasar un rato entretenido después de la cena. Ahora bien, los musulmanes que llaman antiislámico al Estado Islámico, explica el profesor de Princeton Bernard Haykel, el mayor experto en la teología de esa organización, “están avergonzados y son políticamente correctos, y tienen una visión edulcorada de su propia religión” que olvida “las exigencias históricas y legales de su fe”.
Pankaj Mishra -Pankaj Mishra-, How to think about Islamic State, The Guardian, 24 de julio de 2015:
The rash of pseudo-explanations – Islamism, Islamic extremism, Islamic fundamentalism, Islamic theology, Islamic irrationalism – makes Islam seem more than ever a concept in search of some content while normalising hatred and prejudice against more than 1.5 billion people. (Traducción: La erupción de pseudo-explicaciones - islamismo, extremismo islámico, fundamentalismo islámico, teología islámica, irracionalismo islámico - hace del islam más que nunca un concepto en búsqueda de algún contenido mientras se normaliza el odio y el prejuicio contra más de 1500 millones de personas).