Viaje de agua o viaje es un sistema de transporte de agua desde un acuífero o pozo de agua hacia la superficie, a través de un acueducto subterráneo o galería filtrante por gravedad, sin necesidad de bombear. El sistema se originó hace aproximadamente 3.000 años en Persia. Están construidos como una serie de conductos verticales en forma de pozo artesiano, conectados por un túnel o acueducto de pendiente ligera.[1] Los pozos verticales a lo largo del canal subterráneo tienen únicamente fines de mantenimiento y el agua normalmente se utiliza sólo una vez que emerge del punto de luz natural.
Se trata de un sistema de suministro de agua que permite transportar agua a largas distancias en climas cálidos y secos sin perder gran parte del agua por evaporación. El sistema tiene la ventaja de ser resistente a desastres naturales, como terremotos e inundaciones, y a la destrucción deliberada en caso de guerra. Además, es casi insensible a los niveles de precipitación, y genera un caudal con variaciones sólo graduales de años húmedos a años secos.
Los viajes de agua todavía crean un suministro confiable de agua para los asentamientos humanos y el riego en climas cálidos, áridos y semiáridos, pero el valor de este sistema está directamente relacionado con la calidad, el volumen y la regularidad del agua subterránea. Gran parte de la población de Irán y otros países áridos de Asia y el norte de África dependieron históricamente del agua de estos acudeductos. Muchas áreas pobladas están cerca de las áreas donde son posibles los viajes de agua. Tal es el caso de Madrid, que cuenta con el sistema de viajes de agua más desarrollado de la península ibérica, en donde se describen como un tipo de «galería filtrante»,[a] usado como conducción subterránea o semisubterránea para canalizar el abastecimiento de agua en los núcleos de población, y con un especial desarrollo en algunas ciudades desde la conquista romana de Hispania[2][3] hasta el siglo xix. Destaca la red hidrográfica de Madrid desde su asentamiento como ciudad medieval.[4][5]
Su uso ancestral como ingenios de agua potable o para el riego agrícola ha dejado importantes ejemplos en el levante español, Andalucía,[6] y las Islas Canarias. Diversos estudios arqueológicos han hallado vestigios o restos de «qanats» en localidades como Alcalá de Henares,[7] Crevillente, Fuentelapeña,[8] Puerto Lumbreras, Valladolid, o Villaluenga del Rosario,[9] por citar algunos de una larga lista.
En 2002, la UNESCO propuso su protección como patrimonio cultural de la humanidad, y en Lista de Patrimonio Mundial. En 2015, durante la 40.ª reunión en Estambul del Comité del Patrimonio Mundial de dicha organización, fueron inscritos once «qanat» iraníes de entre 200 y 2500 años de antigüedad.[10]
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