En la antigua religión griega, Atenea[1][2][3] (del griego ático Ἀθηνᾶ, Athēnâ o Ἀθηναία, Athēnaía; en dórico Ἀθάνα, Athā́nā; en jónico Ἀθήνη, Athḗnē; en la poesía épica Ἀθηναίη, Athēnaíē; en griego moderno Αθηνά; en latín Athena), también conocida como Palas Atenea (Παλλὰς Ἀθήνη), es una diosa de la guerra.[4] Aunque no se encuentra entre las grafías recomendadas en español,[5] es posible encontrar su nombre escrito como Atena (Ἀθηνᾶ) en ciertas obras y siempre que se trate del dialecto ático y fuera de la épica.[6] En la iconografía convencional, a menudo era representada con una lanza, un escudo o ambos. En este sentido, es probable que este epíteto derive de πάλλω (pállō), que significa “blandir”, es decir, Atenea es “la que blande” una lanza o un escudo. En la mitología romana se la adoraba con el nombre de Minerva.
En los himnos homéricos se nos habla de la faceta bélica de Atenea:
«Comienzo por cantar a Palas Atenea, protectora de ciudadelas, diosa terrible a la que, con Ares, importan las bélicas acciones, las ciudades saqueadas, el griterío y las batallas. También protege al ejército a su partida y a su regreso».[4]
Atenea es una diosa bélica pero también es una diosa de la inteligencia («la muy sagaz»)[7] y las artes manuales.[8] Comparte con Hefesto el patrocinio sobre los oficios: «Hefesto, célebre por su talento, el que, con Atenea la de ojos de lechuza, enseñó espléndidos oficios a los hombres sobre la tierra».[9]
«A la hija de Zeus egidífero, a Atenea, la de ojos de lechuza. Pues no le agradan las acciones de la muy áurea Afrodita, sino que le atraen las guerras y la acción de Ares, combates y batallas, así como ocuparse de espléndidas labores. Fue la primera que enseñó a los artesanos que pueblan la tierra a hacer carrozas y carros variamente adornados de bronce. Fue ella también la que les enseñó a las doncellas de piel delicada, en sus aposentos, espléndidas labores, inspirándoselas en el ánimo a cada una».[10]
Doncella por excelencia (παρθένος, parthénos, «virgen»), Atenea evolucionó de diosa tutelar de la casa en época micénica a diosa del palacio y de ahí a diosa de la ciudad (Políada, «de la polis», es uno de sus epítetos), como protectora del rey. Huellas de esta relación con el rey pueden verse en la leyenda en temas como la protección que Atenea dispensa a Ulises. Su función de protectora la lleva a convertirse en diosa guerrera, pero dentro de un campo de acción diferente del de Ares. Mientras éste personifica el furor bélico y la matanza, Atenea representa la valentía y la prudencia. Es quizá este rasgo el que la sitúa como protectora de los fabricantes de armas. Tal relación con el artesanado la empareja con Hefesto, con el que comparte culto en el Ática, y de otro lado, por tratarse de una diosa, se convierte también en protectora de las labores femeninas
Fue una de las principales divinidades del panteón griego y una de los doce dioses olímpicos. Atenea recibió culto en toda la Antigua Grecia y en toda su área de influencia, desde las colonias griegas de Asia Menor hasta las de la península ibérica y el norte de África. Su presencia está atestiguada hasta en las proximidades de la India. Por ello su culto tomó muchas formas e incluso tuvo una extensión considerable hasta el punto de que su figura fue sincretizada con otras divinidades en las regiones aledañas al Mediterráneo.
La versión más tradicional de su mito la representa como hija partenogenética de Zeus, nacida de su frente ya completamente armada después de que se tragase a su madre.[11] Jamás se casó o tuvo amantes, y mantuvo una virginidad perpetua,[12] aunque en algunos mitos tardíos si se le asocian hijos de manera excepcional. Fue patrona de varias ciudades pero se volvió más conocida como protectora de Atenas y de toda la región del Ática. También protegió a muchos héroes y otras figuras mitológicas, y aparece en una gran cantidad de episodios de la mitología. Fue una de las deidades más representadas en el arte griego y su simbología ejerció una profunda influencia sobre el propio pensamiento de aquella cultura, en especial en los conceptos relativos a la justicia, la sabiduría y la función social de la cultura y las artes, cuyos reflejos son perceptibles hasta nuestros días en todo el Occidente.