Las calzadas romanas (en latín: viae Romanae; singular: via Romana) eran el modelo de camino usado por el Estado romano, y se construyeron desde aproximadamente el año 300 a. C. hasta la expansión y consolidación de la República romana y el Imperio romano.[1] Proporcionaban medios eficaces para el transporte terrestre de ejércitos, funcionarios, civiles, comunicaciones oficiales y mercancías.[2]
Las calzadas eran de varios tipos, desde pequeñas vías locales hasta amplias carreteras de larga distancia. Solían estar conformadas por varias capas de materiales de distinto tamaño —solo presentaban enlosado las vías urbanas—, y contaban con sistemas de drenaje. Discurrían a lo largo de trazados topográficamente precisos, y atravesaban colinas o cruzaban ríos y barrancos sobre puentes.[3]