El equilibrio de poder en las relaciones internacionales, o equilibrio de potencias, es una situación política internacional en la que cada Estado (cada potencia) intenta mantener el denominado statu quo o al menos una situación aproximada al equilibrio en sus relaciones con otros estados, a efectos de prevenir el ejercicio en exclusiva del poder por alguno de ellos en particular. La ruptura del equilibrio en favor de uno de esos estados, daría a este una situación de predominio, dominación, o hegemonía.[1]
A través de la historia el equilibrio de poder ha sido un tema importante en la formulación y ejecución de la política exterior en las relaciones internacionales.[2] La comparación de las relaciones entabladas entre las polis griegas del siglo V a. C. descritas por Tucídides (La historia de la guerra del Peloponeso), con las que se dieron entre las potencias europeas desde el siglo XVII al XX (Tratado de Westfalia, Tratado de Utrecht, Congreso de Viena, Sistema Metternich, Sistema Bismarck, Tratado de Versalles), o las que se establecieron a nivel global durante el siglo XIX con motivo de la disputa por las colonias (colonialismo o imperialismo); ejemplifican intentos pasados de establecer equilibrios de poder.
En la teoría política más reciente (a partir de la segunda mitad del siglo XX), el equilibrio de poder es un concepto clave para el denominado realismo, formulado a partir del comienzo de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.[3] Según el realismo político (realpolitik), el objetivo principal de cada estado es maximizar su acumulación de poder, de modo que si todos los estados actuaran de la misma manera se lograría un equilibrio de poder entre ellos, de un modo semejante a como la teoría del liberalismo económico predice la consecución de un equilibrio económico si se deja actuar libremente a los agentes económicos siguiendo su propio interés en un mercado libre presidido por la ley de la oferta y la demanda.