Erinias

Clitemnestra intentado despertar a las erinias mientras su hijo es purificado por Apolo. Crátera apulia de figuras rojas, 480–470 a. C., Museo del Louvre (Cp. 710).

En la mitología griega, las erinias, erinies o erinis (en griego antiguo Έρινύες Erinýes) son personificaciones femeninas de la venganza que perseguían a los culpables de ciertos crímenes. También se las llamaba euménides (Εύμενίδες, ‘benévolas’), antífrasis utilizada para evitar su ira cuando se pronunciaba su verdadero nombre. Según la tradición este nombre se habría empleado por primera vez tras la absolución de Orestes por el Areópago (descrita más adelante), y posteriormente se usó para aludir al lado benigno de las erinias.[1]​ Según palabras de Esquilo las euménides comentan que «en nuestra morada, bajo la tierra, somos llamadas Maldiciones (Ἀραί)».[2]Pausanias dice que en Megalópolis hay un santuario de unas diosas que llaman Manías (Μανίαι) y que en opinión del autor es un sobrenombre de las diosas euménides.[3]

En Atenas también se utilizaba eufemísticamente la perífrasis σεμναί θεαί semnaí theaí, ‘venerables diosas’. Asimismo se aludía a ellas como χθόνιαι θεαί chthóniai theaí, ‘diosas ctónicas’, y se les aplicaba el epíteto Praxídicas (Πραξιδίκαι), ‘ejecutoras de las leyes’. En la mitología romana se las conoce como Furias (en latín, Furiæ;[4]​ o Diræ:[5]​ ‘terribles’). Es posible que ya estuvieran documentadas en las tablillas micénicas de lineal B bajo la forma del teónimo E-ri-nu.[6]

Tanto en Homero[7]​ como en Virgilio su función es atormentar a las almas arrojadas al Tártaro.[8]​ Las erinis, que en Homero son divinidades vengadoras de las impiedades cometidas contra familiares y que, como hace Epicasta maldiciendo a Edipo antes de suicidarse, son invocadas por el ofendido contra su ofensor. El motivo de la maldición es que la ignorancia, en época arcaica, no exime de una culpa como ésta.[9]

Se representa a estas hórridas deidades vengadoras como genios femeninos con serpientes enroscadas en sus cabellos, portando látigos y antorchas, y con sangre manando de sus ojos en lugar de lágrimas. También se decía que tenían grandes alas de murciélago o de pájaro, o incluso el cuerpo de un perro.

  1. Sófocles: Edipo en Colono, 128; escolio a Edipo en Colono, 42; Suda, voz «Euménides»
  2. Esquilo: Euménides, 415
  3. Pausanias: Descripción de Grecia VIII 34, 1
  4. Cicerón: De natura deorum III 18, 46
  5. Servio: sobre la Eneida de Virgilio IV, 609
  6. GARCÍA IGLESIAS, Luis: Los orígenes del pueblo griego. Síntesis. Madrid. 2000. Pág. 158. ISBN 84-7738-520-3.
  7. Ilíada IX 571
  8. Eneida VI, 548 ss.
  9. Odisea XI 271-280.

Erinias

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