Los Estados generales (en francés: États généraux) en la Francia del Antiguo Régimen, eran asambleas convocadas por el rey de manera excepcional y a la que acudían representantes de los llamados tres estamentos: el clero que conformaba el Primer Estado, la nobleza que constituía el Segundo Estado[1] y los representantes de las ciudades que disponían de consistorio, es decir; el Tercer estado. Fueron creados en 1302 por Felipe IV de Francia, el Hermoso, después de que el papa Bonifacio VIII convocase al rey y al clero francés a un sínodo a celebrar en Roma, el 1 de noviembre de 1302, para definir de manera definitiva la relación entre el poder temporal y la Iglesia; y también para juzgar al rey, bajo la acusación de abusos inauditos contra la iglesia, por lo que el Felipe IV respondió inmediatamente.
El rey procedió a su vez a acusar de herejía al papa, ante la reunión de los representantes del clero y de la nobleza, y por primera vez, de representantes de la ciudad de París, y constituyó el nacimiento de los Estados generales de Francia, además de convocar a un concilio general para juzgar al papa, así como prohibir al clero francés a asistir al sínodo convocado por Bonifacio VIII.
Los últimos Estados generales fueron convocados por Luis XIII en 1614, y convocados de nuevo por Luis XVI en 1789, habiéndose reunido más de una treintena de veces en 487 años. Eran una asamblea excepcional, y su reunión solía significar la respuesta a una crisis política o financiera, que obligaba a conocer la opinión de los representantes de los principales poderes del país para confirmar una decisión real, particularmente en materia fiscal.
Estaban compuestos por diputados elegidos con un mandato de sus electores, y la orden del día se redactaba con base en los cuadernos de quejas (cahiers de doléances), establecidos por los notables provinciales de los tres órdenes o estamentos. Dichos estamentos se reunían por separado y contaban cada uno con un número igual de representantes. El sistema de voto utilizado era estamental: un voto contaba para cada una de las cámaras, con lo que el clero y la nobleza, tradicionalmente aliados, no dejaban opción al Tercer Estado para que se oyese su voz. En su última reunión, en mayo de 1789, el Tercer Estado pidió sin éxito el voto por cabeza. Estas disputas fueron reflejadas en la aparición de una gran cantidad de panfletos que recorrieron todas las ciudades y poblaciones de Francia, en los cuales se ponía de manifiesto el descontento popular. El 17 de junio de 1789, el Tercer estado y el bajo clero presentes en los Estados generales se constituyeron en Asamblea Nacional y prometieron no separarse hasta haber redactado una Constitución para Francia, dando así comienzo a la Revolución francesa.[2]