Un lucus (plural, lucī), en la antigua religión romana, es un bosque sagrado.
Lucus era una de las cuatro palabras latinas que significan, en general, 'bosque, selva, arboleda' (junto con nemus, silva y saltus), pero a diferencia de las otras, se usó principalmente con una designación religiosa.[1] Servio define el lucus como 'una gran cantidad de árboles con un significado religioso', diferenciándose de la silva, un bosque natural, o del nemus, un arboreto o jardín público que no está consagrado.[2] Un saltus usualmente implicaba un área silvestre con variadas características topográficas.
Un lucus era un lugar de culto, más parecido a un parque arbolado que a un bosque, y podía contener un aedes, un edificio que albergaba la imagen de un dios u otros elementos paisajísticos que facilitaban o daban lugar al ritual.[3] Se ha conjeturado, por ejemplo, que el Lupercal, referido como una cueva o gruta, era un pequeño lucus con una gruta artificial, ya que la arqueología no ha descubierto ninguna cueva natural en el área.[4]
Apuleyo deja constancia de que 'cuando los viajeros piadosos pasaban por una arboleda sagrada (lucus) o un lugar de culto en su camino, se aprovechaba para hacer un voto (votum), o una ofrenda de frutas, o para sentarse un rato'.[5] Lo que los romanos entendían por religio residía en estos gestos rituales, y no en la contemplación.[6]