Mosaico romano

Vista parcial del mosaico romano de la villa del Camino de Albalate (Calanda), sito en el Museo Provincial de Teruel.

En historia del arte, el término mosaico romano hace referencia al mosaico (del latín (opus) mosaĭcum, traducido como "(obra) relativa a las Musas"[1]​) característico del arte de la antigua Roma.

Cuando la antigua Roma fue conquistando a lo largo del siglo II a. C. las regiones de Asia Menor y de Grecia, el mosaico era ya común en todo el mundo de habla griega. El arte del mosaico pasó con facilidad al orbe romano comenzando así un género artístico-industrial, del que hicieron una verdadera especialidad. Se extendió de tal forma que puede decirse que no hubo casa o villa romana donde no hubiera mosaicos. Al principio, cuando el arte del mosaico empezó a desarrollarse en Roma, se hacía sobre todo para decorar los techos o las paredes y pocas veces los suelos porque se tenía miedo de que no ofreciera suficiente resistencia a las pisadas. Pero más tarde, cuando este arte llegó a la perfección, descubrieron que se podía pisar sin riesgo y comenzó la moda de hacer pavimentos de lujo. Los mosaicos como pavimento eran para los romanos como puede ser una alfombra persa y de alta calidad en los tiempos modernos.

Los romanos construían los mosaicos con pequeñas piezas llamadas teselas, de ahí que se refiriesen a ellos también como opus tessellatum. Las teselas son piezas de forma más o menos cúbica, hechas de rocas calcáreas o material de vidrio o cerámica, muy cuidadas y elaboradas y de distintos tamaños. El artista las disponía sobre la superficie, como un puzle, distribuyendo el color y la forma y aglomerándolas con una masa de cemento.

Los mosaicos eran para los romanos un elemento decorativo para los espacios arquitectónicos. Llegó a ser un arte tan apreciado y difundido que en el siglo III d. C. el emperador Diocleciano promulgó un decreto en el que estableció el precio que los artistas podían dar a sus obras, según los grados de calificación previa. Cuando en el año 330 el emperador Constantino I trasladó la capital del Imperio romano de Oriente a Bizancio, otorgó bastantes facilidades y favoreció el éxodo a los maestros griegos y romanos fabricantes de mosaicos (llamados mosaistas). En Bizancio el arte del mosaico se unió con la tradición oriental y dio lugar a una evolución que se distinguió sobre todo por el uso muy generalizado de grandes cantidades de oro.

  1. Mosaico. DIRAE. Consultado el 18 de julio de 2019.

Mosaico romano

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