En la Iglesia católica, los santos patronos de Europa son un grupo de seis santos que han sido declarados patronos del continente europeo. Estos santos deben representar los fundamentos culturales de Europa, su diversidad nacional y espiritual, sus conflictos y su superación a través de la fe e interceder ante Dios. También deberían representar modelos inspiradores.[1]
El primer santo en ser nombrado patrono de toda Europa fue Benito de Nursia, el 24 de octubre de 1964 por el papa Pablo VI en su carta apostólica Pacis nuntius.[2] El papa Juan Pablo II añadió a Cirilo y Metodio el 31 de diciembre de 1980 en su carta apostólica Egregiae virtutis,[3] y a Catalina de Siena, Brígida de Suecia y Teresa Benedicta de la Cruz el 1 de octubre de 1999 en su carta apostólica en forma de motu proprio Spes aedificandi.[4]
En los calendarios litúrgicos de las diócesis de Europa, los días de conmemoración de estos santos tienen categoría de fiesta.