Se entiende por rusofobia en un sentido descriptivo el «odio a los rusos». Precisando mejor el concepto, el historiador español José M. Faraldo ha señalado que «la palabra “rusofobia” es un término que se ha usado en los últimos 150 años para describir el miedo, la aversión, la hostilidad o el prejuicio hacia Rusia, lo ruso, el pueblo ruso o la cultura rusa en general».[1] Sin embargo, este historiador advierte que «definir qué es la rusofobia y describir su acción es mucho más complejo de lo pudiera parecer» porque «el concepto ha sido objeto de abuso por la propaganda rusa, victimista».[2] Tanto el nacionalismo ruso como el Estado ruso han usado la rusofobia como arma política, especialmente en la época de gobierno de Vladímir Putin (del 2000 hasta la actualidad) durante la cual «la acusación de rusofobia se ha venido utilizando para marcar a todo aquel que se opusiera a las líneas maestras de su liderazgo, dentro y fuera del país».[3]
Faraldo señala también que «la rusofobia ha sido, históricamente, un fenómeno muy escaso. […] No ha habido pogromos antirrusos, no ha habido una discriminación sistemática de ciudadanos rusos por el hecho de serlo ―ya hemos visto las excepciones, sobre todo en los países bálticos―. […] Si lo comparamos con la fobia más conocida de la historia de los últimos mil años ―el antisemitismo―, la rusofobia carece de historial persecutorio, discriminatorio y no digamos eliminatorio».[4] Además, «la valoración de lo ruso no ha sido siempre negativa… La rusofilia es otro de los discursos más habituales de la modernidad, sea como alternativa al capitalismo, sea como último refugio de determinados valores, como la tradición o la masculinidad patriarcal».[5]
El sentimiento rusofóbico está muy extendido entre los rusos, empezando por el propio presidente Vladímir Putin que está persuadido de que «Rusia está rodeada de enemigos» que «acechan el país, lo amenazan, no lo aceptan, no entienden sus particularidades, lo intentan debilitar, destruir, en suma». «Hay muchos otros rusos que están convencidos de que el mundo les odia y les persigue… Esa percepción del odio y del desprecio acrecienta el aislamiento y la soledad de Rusia», ha afirmado José M. Faraldo.[6]