Sobreconsumo o consumo excesivo es una situación en la que el uso de recursos ha superado la capacidad sostenible del ecosistema. Un patrón prolongado de consumo excesivo conduce a la degradación ambiental y al eventual agotamiento de las bases de los recursos.
Generalmente, la discusión del consumo excesivo es paralela a la de la superpoblación humana;[1] es decir, cuanto más gente, hay más consumo de materias primas para sustentar sus vidas. Sin embargo, el impacto general de la humanidad en el planeta se ve afectado por muchos factores además del número bruto de personas. Su estilo de vida (incluida la riqueza general y la utilización de los recursos) y la contaminación que generan (incluida la huella de carbono) son igualmente importantes. Actualmente, los habitantes de las naciones desarrolladas del mundo consumen recursos a un ritmo casi 32 veces mayor que los del mundo en desarrollo, que constituyen la mayoría de la población humana (7,4 mil millones de personas).[2]
Sin embargo, el mundo en desarrollo es un mercado de consumo en crecimiento. Estas naciones están ganando rápidamente más poder adquisitivo y se espera que el Sur Global, que incluye ciudades en Asia, América y África, represente el 56% del crecimiento del consumo para 2030.[3] Esto significa que las tasas de consumo se estabilizarán para las naciones desarrolladas y se desplazarán más hacia estos países en desarrollo.
La teoría de la superpoblación refleja cuestiones de capacidad de carga sin tener en cuenta el consumo per cápita, por el cual se evalúa que las naciones en desarrollo consumen más de lo que sus tierras pueden soportar. Las Naciones Unidas estiman que la población mundial alcanzará los 9,8 mil millones en el año 2050 y 11,2 en 2100.[4] Este crecimiento estará altamente concentrado en las naciones en desarrollo, lo que también plantea problemas de desigualdad en el consumo. Las naciones que llegarán a dominar el consumo deben abstenerse de abusar de ciertas formas de consumo, especialmente el consumo de energía de CO2.[5] Los partidos verdes y el movimiento ecológico a menudo sostienen que el consumo por persona, o la huella ecológica, es típicamente menor en las naciones más pobres que en las más ricas.